Este es un artículo de ANGELA CORREDOR, madre, profesional, escritora, divulgadora y consejera. No siempre lo que escribe será del gusto de todos, quizá haya «defectos persas» o inexactitudes técnicas. Pero lo que escribe sale del corazón y de la experiencia, y eso lo valida y lo entiende el corazón aunque la cabeza no. Es un buen principio si entendemos que en cuanto a Desarrollo Humano hay muy pocas certezas y ningún absoluto y mucho menos un manual infalible ni una receta invariable.
Hoy Sebastián se ha levantado de muy buen ánimo, parece que todo el día irá bien. Ha aprendido a servir su desayuno, a bañarse y vestirse con agilidad. Mira su agenda diaria colgada en la pared y me busca para decirme “hoy es caballos”. Al organizar la maleta caen del aparador unos libros al suelo y entre el desparpajo sobresale una fotografía. Antes que pueda recogerla Sebastián la tiene en sus manos y la observa con detenimiento, luego me la pasa y pienso ¿por qué estaba guardada? Cuánta historia tiene esa foto. Camino a equinoterapia recordaba en el autobús como llegamos hasta esa imagen.
2004, un año dónde por fin se nos daba un diagnóstico: autismo. Un diagnóstico que vino acompañado de duros pronósticos pero con una ventaja, estaba en la escuela y Sebastián por encima de toda esa angustia aprendía a pintar, a hacer sus primeros trazos, seguía las órdenes…
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